lunes, 14 de diciembre de 2009

Nadie me avisó

Nadie me lo dijo, nadie me lo había avisado. Yo era inexperta, dulce e inocente cuando caí sobre tí por primera vez.

Te toqué, sentí tu frialdad, te me deshacías entre los dedos.

Entonces lo hice, me vestí y decidí ir a por ti. Sin miedo pero nadie me lo había advertido. Me gustaste, me atrajiste desde el primer momento. Fuiste la droga más dura que podía imaginar. Siempre que acababa contigo, pensaba en cuando sería la próxima vez. Contaba los minutos, los segundos. Me daba igual lo que me costara. Nada importaba. Sólo tu, tu y tu.

Seguías siendo fría conmigo, pero lo prefería así. No quería sentir tu calor porque entonces significaría que ibas a desaparecer. Intenté consolarme con algunos substitutos, pero ninguno lograba darme ese clímax que sólo tú eres capaz de garantizarme.

Me das quietud, paz y bien estar. Haces que consiga ser feliz y olvidarme de todo lo demás. Y a pesar de que siempre que me separo de ti, el dolor recorre todo mi cuerpo, sólo puedo decirte Gracias por exisitir.

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