lunes, 1 de febrero de 2010

En la antigüedad

Antes solía hacerlo, te buscaba envuelta en mis sábanas blancas.
Te perseguía con una corona de laurel sobre mi cabeza.






Corona de aquello que da lugar a mi nombre. Nombre con el que me bautizaste el día que cobré conocimiento. Conocimiento del que me dotaste el día que me cogiste te la mano.






Por el ágora antigua me llevaste, escondiste entre columnas, no me dejaste encontrarte. Te perseguí por tu olor, por el color de tus ropajes, por el sonido metálico de tus armas, tus armas de guerrero que tantas batallas ganaron y que tanta sangre derramaron.


Me dejaste sin habla, sin respiración. Tu belleza me cautivó en el momento en que te vi, eres sabia, bella y eterna.











Atenas, eres como la diosa que da tu nombre. Perpetua.
Y,desde aquí, alzada amo verte. 
El tiempo se detiene y a mi, contigo, me acoge.

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